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Javo López | viernes 20 de mayo de 2022

Fue una tarde luminosa, recién llegaba del colegio y la tarde cálida me brindaba los últimos destellos de aquel inolvidable día, recuerdo muy bien aquellos instantes porque me alegraba enormemente cuando llegaba y ponía algunos LP’s  de mi rock favorito.

En aquella consola se reproducían The Beatles, The Rolling Stones, Queen, entre otros, pero ese día algo cambió, aquella tarde de 1986 algo completamente inesperado sucedía, frente a mí se presentaba un álbum desconocido, un artista ajeno a mí con una portada de lo más extraña, aquel disco incluso llevaba un título también incomprensible.

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El artista era: Vangelis, el disco: Opera Sauvage, aun así y con esa curiosidad que siempre me caracterizó lo desenfundé, coloqué aquel acetato y puse en marcha el motor, mis dedos levantaron aquella aguja del tocadiscos, la colocaron en el primer track e inmediatamente comenzó aquel crepitar inconfundible de aquellos acetatos…

No daba crédito a lo que estaba sucediendo, sencillamente no lo comprendía, pensé que algo no estaba bien y de inmediato levanté la aguja para ponerlo en el siguiente track, mi asombro solo aumentaba de manera exponencial, puse solo unos segundos de cada tema para hacer exactamente lo mismo en la cara B de aquella “cosa” que simplemente no entendía. Recuerdo que justo después de aquel ejercicio y aún con la cara desencajada y completamente absorto, me fui directo a preguntarle a mi madre quien había llevado ese disco a casa, la respuesta sólo fue “ah lo trajo tu hermano”, no me cabía tanto en tan poco tiempo y unos minutos después un poco más calmado por aquel extraño shock me dispuse a escucharlo completo así, con calma, despacio y con los nervios aún exaltados lo puse desde el comienzo.

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¡Nada, absolutamente nada, se parecía a aquello! aquel tocadiscos repartía aquí y allá una abundancia de sonidos absolutamente embriagadores, sentía que mi corazón se salía de su jaula, la magia comenzaba a fluir… aquella emoción fue tan grande que de inmediato quise saberlo todo de aquel artista, su nombre: VANGELIS. 

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Aún hoy, no importa cuántos años hayan pasado de aquel día, cada que escucho aquel disco me inunda esa misma emoción, desde aquella tarde maravillosa lo supe, la vida, mi vida tomó sentido gracias a tu música, hoy todo como bien lo dijiste alguna vez es música, cada acción, cada pensamiento, en el trabajo, cuando comemos, cuando sentimos amor, todo es música…

Hoy abandonas este plano existencial para armonizar el cosmos, hoy a pesar de ya no estar entre nosotros estas dentro de nosotros, hoy a pesar de tu partida vives y vivirás mientras la música llegue a nuestros corazones, me invade la tristeza sin embargo siempre nos llenaras de alegría y gozo con tanto que nos has dejado.

Hasta siempre mi muy querido Evángelos Odysséas Papathanassíou.

Y te digo como titulaste uno de tus grandes temas: bon voyage VANGELIS. ©

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